Sunday, November 23, 2008



Dedicatoria

¡Otra vez proximas, sombras vacilantes, que una vez, hace mucho, os mostrasteis a mi turbada vista! ¿Intentaré yo reteneros esta vez? ¿Siento mi corazón inclinado todavía a aquel delirio? Estáis pugnando por acercaros a mí. Pues bien: podéis prevalecer, tal como del seno de los vapores y de la niebla os alzáis entorno a mí. Mi pecho se siente juvenilmente estremecido por el aliento mágico que envuelve nuestro desfile.
Traéis con vosotras las imágenes de placenteros días, y se alzan muchas sombras amadas; igual que una añeja leyenda medio olvidada, resurge con ella el primer amor y la primera amistad; renúevase el dolor, el lamento vuelve a seguir laberíntico y extraviado curso de la vida y nombra los bienes queridos que, engañados por la dicha, en horas risueñas, desaparacieron antes que yo.
No oyen los siguientes cantos las almas para quienes yo entoné los primeros; desperdigada está la multitud amada, extinguido, ¡ay!, el primer eco. Mi canción resuena para una muchedumbre desconocida, cuyo aplauso mismo inquieta mi corazón, y aquellos que en otro tiempo se deleitaron con mi canto, si alientan aún, vagan por el mundo dispersos.
Y de mí se apodera un ansia largo tiempo no sentida, por esa plácida y augusta región de los espíritus; fluctúa ahora en imprecisos sones mi canción susurrante; parecida a las modulaciones del arpa eólica. Un estremecimiento me invade; las lágrimas suceden a las lágrimas; el apretado corazón siéntese blando y tierno; lo que poseo, me parece lejano, y lo desaparecido se me vuelve realidad.

Fausto, Goethe, 1806?)

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