Monday, November 22, 2010


¿Por qué me escribo?
Ayer tuve un enredo de palabras con mi madre y amanecí con la garganta inflamada y dolor oídos.
¿Por qué no nos enseñan a escuchar a nuestro cuerpo?
Nos enseñan a siempre adelantarnos a las necesidades de los demás.”Debes tener hambre… prepararé la comida…” “Vamos a sentarnos ¿quieres un tecito?”
Ser atentas, es aprender a cuidar a las personas y por eso las madres a veces tienden a ser más exigentes con sus hijas. Porque ellas tienen que aprender a adelantarse. Tienen que pensar en comprar el pan antes de llegar a la casa… tienen que estar si alguien se enferma… siempre disponibles… Y podría ser natural esa lección de generosidad, pero de los hijos a veces pareciera no que no se esperara la misma atención por el hecho de ser hombres. No esperan que sean personas preocupadas de cuidar, y si por suerte uno de ellos resulta más sensible a las necesidades de los demás…, se transforma en una víctima de las mujeres ausentes de la casa. “¡Pobrecito el niño!”
Mi casa funciona así, y mi independencia ha sido interpretada como un desaire y como una condición de mi parecido al padre. Para ofenderme se me increpa eso desde que él se fue: “eres igual a tú padre, egoísta”. Cuando lo escribo, suena hasta ridículo, claro que me parezco a él, soy hija de mi padre. Pero también me parezco a mi madre y acojo las necesidades de los demás, soy capaz de ser agredida e interpretar:”Pucha, no ha tenido un buen día…” ó “Lástima, no está claro aún en lo que siente…” y aquello me hace ser tan madre como mi madre… tan incondicional como todos los días.
No quiero que me vuelvan a explicar que mi carácter es difícil, que es difícil vivir conmigo.
No quiero hablar más del asunto y me quiero permitir hablar sobre lo que estoy viviendo sin que salte mi madre a recordarme lo que tengo que cambiar.
No sirve de nada que me lo explique una y otra vez.
No me sirve de nada…
Lo único que sirve es un acto de amor incondicional hacia mí misma.
-“¡A mí nadie me abandonó madre mía, yo fui la que se abandonó a sí misma y nunca más lo volveré a hacer!”
Me abandoné por buscar la interpretación de la interpretación, y no escuchar a mi cuerpo. Me abandoné por dejar de respirar el amor y alimentarme del pasado. Viviendo una historia que no es mía.
Por eso, permíteme hablar contigo sin cuidarme, de ti no quiero cuidarme…
Sí, necesito, igual que tú y cualquier persona. Necesito abrazos, necesito sentirme en un hogar y cultivar un espacio de tranquilidad e intimidad.
No quiero ser la mujer fuerte que puede con cualquier cosa, al menos ahora no, no quiero exigirme más.
Porque soy espontánea para decir lo que pienso a veces pareciera que me pueden decir cualquier cosa. Como el viejo patudo que me dijo el otro día que yo era una mujer muy independiente para casarme e intentaba mirarme a los ojos para que yo lo asumiera.
¿De qué cree que estoy hecha? ¿Por qué tengo que ser heredera de un enredo cultural que no es mío? Yo fui la que lo miré a los ojos para decirle: ¿Qué te hace creer que yo no me puedo enamorar?
Esta vez no voy a tomar ninguna frase clave para destruirme a mí misma, ni voy a acumular rabia en el estómago, ¡se acabó!
Ser consciente o responsable no me hace culpable. Yo necesitaba pasar por esto para crecer… para decirme lo que me estoy diciendo ahora… que me quiero a mi misma y me acepto con todo lo soy. Voy transformar esta tristeza en creación, ese es mi trabajo, sin ir por sobre nada, sino que a través de...
Soy una mujer, tengo útero y no lo voy a enfermar, porque quiero ser madre, aunque sea de mis creaciones.
Quiero crecer sin ofender a nadie, ni a mi madre, ni a mi padre. Quiero crecer para construir algo hermoso, que sea hospitalario para mí y los demás. Pero ahora déjenme que me acurruque a mí misma, dejen que quiera reírme y bailarle de noche a la Diosa Madre aunque al otro día amanezca resfriada.
Dejen que pase entre medio de los hombres que me cortejan sin que me importe…no porque no me quiera permitir el amor después del amor, sino porque antes de ser compañera, quiero saber que puedo ser madre y padre de mi misma, quiero conciliar en mi misma todos los opuestos… pues sólo me afirmo en la ley que mi madre me enseñó: “el amor siempre trae amor…”

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