Lo acepto.
Acepto este crecimiento, la dicha y el dolor.
Te acepto y te perdono.
Te perdono por haberme querido ir a dejar a mi casa aquella noche,
señalándome que la tuya no era la mía.
Por no acompañarme en este tránsito, ni aceptar mi presencia.
Perdóname tú por la cólera que sentí,
perdóname por no aceptarte y seguir pidiendo.
Me perdono yo también y me comprendo.
Tú cariño fue el calor que me permitió encontrarme con mi
voluntad, mi paz y soberanía.
Ahora sé lo que quiero... antes quería que tú lo hilaras por mí.
No queda nada más que decir,
no nos debemos nada.
Te doy las gracias, humildemente,
y espero que la sientas en el fondo de tu ser.
Comienzan mis días de dicha, y no quiero partir,
sin antes dar una mirada atrás y susurrar....gracias...