
Humberto Gianini
(...)
Licón:
Nobles jueces de Atenas: nos agradaría sobremanera que Sócrates, cuya vocación parece ser la de “inspeccionar” la vida ajena, nos declarase ahora si no siente vergüenza de practicar un género de vida tan… insólito, por decirlo así, y a tal punto poco propicio y molesto a los dioses, que hoy pone en peligro su propia existencia. (Dirigiéndose a Sócrates.) No sé si querrás responder a mi pregunta.
Sócrates
Hablas ligeramente, mi amigo: no es difícil evitar la muerte, sino el mal, que corre más rápido. No, Lincón. Un hombre, un hombre auténtico, jamás consentirá en dejar de hacer lo que cree bueno o justo por miedo de algo que, como la muerte, ignora si es un bien o es un mal. Ese sí, ciudadanos, ese sí que sería un acto de impiedad. Imaginemos jueces, que…
Licón:
(Levantando la voz con estudiada vehemencia) Fijaos bien, honrados varones, nobles jueces: considerad qué argumentos nos trae este hombre. Tomad nota: para él es ignorancia la actividad confiada y simple de la gente; ignorancia y mal. Nosotros, nobles jueces, afirmamos, en cambio, que es un bien. ¡Sí! Un gran bien. Imaginad a cada ciudadano fisgando la última razón de cada cosa. ¿Qué provecho sacaría? Pero, observad hasta dónde se atreven sus extravagancias: la muerte, ¿no es para todos el mayor de los males? Confesadlo, nada de vergonzoso hay en ello. (Pausa. Murmullo aprobatorio.) ¿No es el mayor de los males y el más temido? Pues ¡he aquí quien afirma que es un bien!¡Inaudito! ¿Y vais a dejar que este sujeto, que se goza en enredar las cosas, siga confundiendo a los jóvenes, a vuestros hijos, con sus… torcidos discursos?¿Aún no termináis nobles tribunos, aún no termináis de conocerlo? (Aumenta el murmullo de aprobación en la sala.)
Sócrates
(Después de largo silencio.) Supongamos por un momento, que esta comunidad de Atenas no me conoce y que, sin dar crédito a Licón, decide absolverme, diciéndome: “Esta vez, Sócrates, no vamos a condescender con tus acusadores, pero a condición de que no te ocupes más de filosofía. Así tan pronto como reincidas habrás de morir”. Si, como he dicho, se me dejase en libertad bajo tal condición ¿saben ustedes qué respondería?: “Atenienses, yo los respeto y los amo, pero más amo la verdad y mayor respeto debo a dios”. Así, mientras respire y tenga fuerzas, no cesaré de investigar, de exhortar a los otros, de reprenderlos como acostumbro, diciéndoles (Se vuelve hacia sus acusadores, avanza hacia ellos.):”oh, tú, ciudadano del Estado más célebre por su sabiduría y potencia! , ¿no te avergüenzas de amar más las riquezas, el Poder, los placeres, mientras que del bien de tú alma apenas si te ocupas?” (Pausa. Se vuelve lentamente hacia el público.) Por eso, varones, aunque suene a soberbia, estoy aquí más por ustedes que por mí mismo… No encontrarán fácilmente a otro como yo… (Bullicio reprobatorio en la sala. Sócrates alza la voz.) Sí, ¡no lo encontrarán!: el mismo dios me ha puesto aquí, como a un tábano. Para que mis conciudadanos despierten del letargo rutinario, para incitarlos al bien… (Pausa, hasta que vuelve el silencio.) Si ustedes hacen caso a Méletos y a Licón puede que pasen durmiendo el resto de la vida… salvo que dios se apiade y les regale a otro Sócrates. (Desorden, protestas, gritos en la platea. Se levanta el Presidente para imponer el orden. Muestra la clepsidra para señalar que el tiempo de Sócrates ha terminado).
0 Comments:
Post a Comment
<< Home