
Leer el lenguaje corporal de una persona...
Se atreve mientras esté en público, mientras esté protegido por las circunstancias. Desde ahí en adelante se hace el hueón.
Después de ese momento yo tengo que hacer el show de que no lo miro, para que no acentúe su incomodidad. Y la verdad es que mi lenguaje corporal hasta ese momento era una invitación. Pero desde que retuerce la espalda y construye su discurso latero, a mi ya también me da lata pescarlo.
Y otras veces es completamente distinto, y es él el que busca hacerme reír, y me mira mientras explica su trabajo entre los compañeros.
Me da lata enfrentarlo con la verdad, con una pregunta, porque veo su cuerpo estirarse hacia atrás y la frase “ale que eres cuática”. Si es cierto, yo pregunto, pero si él se siente acosado, es porque el invitó antes a eso, él fue el que coqueteó.
Ninguno es tan torpe e inocente, para actuar con poca iniciativa, sin algo de vuelo.
Pero qué hay después con hacerse responsable de eso. Es que ese es el punto de la cuestión. Me confunde que de pronto haya una invitación a la conversación, a la risa y al momento siguiente el tipo se chupe completo. Por qué no puede ser más claro en lo que él quiere y ¿cómo puede decir que lo acosan las mujeres?, si es él el que va haciendo la invitación. Se supone que nosotras somos las que usamos ese recurso, pero a mí me parece tan penca, tan vil cuando se usa mucho tiempo esa capacidad.
Y claro, me pilla en mi peor momento, cuando estoy en el lugar menos apropiado para conocer alguien que me llame la atención. Porque de lunes a viernes me siento en el casino mirando un desfile de jóvenes pasearse para comprar un café y ninguno me parece atractivo, nadie es enigmático, nadie camina de una forma particular, ni invita a dialogar. Y no es que yo tenga los sentidos cazados por una sola persona, sino es que el prototipo de personaje que me atrae tiene que ver con el establecimiento de una atmósfera, por eso me gustan los artistoides porteños, tienen como un aura de pensador y de buen amigo.
Aquí nadie tiene pinta de buen amigo, y la verdad ese es cómo mi parámetro: un lenguaje corporal que invite a la conversación. Esas personas que le preguntan a la señora del casino “hola cómo está” o al contrario, son torpes y se disculpan por serlo. Acá las personas se creen la muerte, si tienen estilo, sus movimientos denotan distancia y pseudo seguridad, o quizás no tienen ninguno de esos atributos, pero tienen ese comportamiento escolarizado, con las manos en los bolsillos. Lo cierto es que yo me junto con estos segundos, porque en grupo se sienten más atrevidos. Se burlan entre ellos identificándose o individualizándose respecto al resto. “Somos distintos, no somos cuicos, pero somos buenos”.
Descanso la vista tras la ventana y leo en grandes tipografías junto al mural universitario: “Mi desafío es verte llegar después de mí” y me sonrío. Esos son los valores que mueven sus músculos, su lenguaje corporal.
Este tipo ha sido exitoso en tantos sentidos y cree que por su esfuerzo, este éxito lo seguirá acompañando durante su tránsito por estas aulas. Se salvará, pasará todos los ramos, porque de cierta manera es justo, se lo merece. Pero yo me pregunto dónde cabe la vida acá, dónde cabe el crecer con otros, dónde cabe el dejarse llevar, el dejarse atravesar y decir:
“¡Sí, he sido derrotado!”